RESPUESTA AL SUBSECRETARIO DE EDUCACIÓN SUPERIOR
Una contribución inicial al debate de transformación
Por: ACADÉMIC@S E INVESTIGADOR@S DE LA
UNIVERSIDAD PEDAGÓGICA NACIONAL
Ajusco y Unidades de la CdMx
El 11 de junio, El Financiero publicó una nota informando sobre la participación del subsecretario de educación superior, Dr. Luciano Concheiro, en un coloquio de la Universidad Autónoma de Tlaxcala, con la ponencia “La educación superior en la agenda del gobierno del Lic. Andrés Manuel López Obrador”.
La reseña destaca la existencia de un sistema de castas en las universidades y de una “hiperélite que marca desigualdades”; propone que las investigaciones deben tener impacto en las comunidades, una revolución de las conciencias que le gane a la hiperélite, cancelar estímulos para investigadores y “discutir a fondo todo”.
En ese ánimo de discutirlo todo y a fondo para generar las necesarias transformaciones en las instituciones de educación superior, queremos hacer algunos comentarios a lo expresado por el subsecretario, principalmente por sus referencias explícitas a la Universidad Pedagógica Nacional, en nuestro caso, la unidad Ajusco.
La existencia de un sistema de castas es el resultado de un largo proceso de diferenciación de ingresos en profesores-investigadores. Es, apenas, el signo de un problema; no hay que confundirlo con el problema. Esta es la mayor dificultad para entender la política de educación superior: ¿todo se refiere a la desigualdad de ingresos? Si no es así, ¿entonces cuál es el diagnóstico completo y más aún, las estrategias de atención? La focalización en la desigualdad no es casual, menos aun cuando ésta no se explica y solo se atienden sus efectos más llamativos.
La retórica de la casta-pueblo está suficientemente cargada como para agregarle más indeterminaciones; frente a esa estrategia discursiva, los diagnósticos siempre deben ser precisos y situados. Por ejemplo, la referencia implícita a la existencia de una hiperélite en la UPN es del todo desacertada. Ningún profesor-investigador, con doctorado, 40 años de experiencia, SNI, estímulos al máximo nivel y demás becas se acercaría -por mucho- a los ingresos netos del subsecretario en su función actual, ¡que son apenas el 50% de sus ingresos netos como investigador de la hiperélite![1] Desde esta perspectiva los y las trabajadoras académicas de la UPN no forman, ni han formado, ni formarán parte de ninguna hiperélite.
En la UPN el sistema de estímulos abarca a poco más de la mitad de los y las profesoras-investigadoras, con una distribución estándar. No es, por tanto, un grupo reducido, ni mucho menos una “élite”. Del mismo modo, los estímulos, becas, salarios y prestaciones de los profesores de la UPN no se acercan, ni por asomo, a los de otras instituciones de educación superior. El estímulo al desempeño académico tiene un máximo de 7.5 salarios mínimos, al que logran acceder muy pocos, nada comparable a los niveles de la UNAM, UAM, IPN, para no hablar de otros centros de investigación y educación superior. El monto de los otros dos estímulos con los que contamos (Exclusividad y Fomento a la Docencia), se mantiene exactamente igual que hace 25 años, es decir, ¡en un cuarto de siglo no se han modificado en términos nominales brutos! Por ejemplo: la beca de exclusividad es de mil pesos mensuales desde 1994.
En la UPN-Ajusco tenemos prácticamente el mismo tabulador y prestaciones del sistema de homologados (Personal Docente y de Apoyo y Asistencia a la Educación adscrito a los Subsistemas Centrales de la Secretaría de Educación Pública, incorporados al Modelo de Educación Media Superior y Superior), cuyas negociaciones realiza la Comisión Mixta SEP-SNTE. Nosotros, ni soñando, tendríamos como prestación un Seguro de Gastos Médicos Mayores, del cual sí gozaban los trabajadores de otras instituciones académicas. En la Pedagógica, quienes tienen este tipo de seguro, pagan la póliza de su salario, mediante descuentos quincenales. Además, cabe especificar, los precarios estímulos que recibimos no son libres de impuestos.
En la UPN no existe un fondo constante de apoyo a la investigación, como sí lo hay en otras universidades, tipo el PAPIIT de la UNAM. Por tanto, las fuentes de financiamiento de la investigación son externas, hay que concursar por fondos públicos de CONACYT o PRODEP, o bien buscar opciones en fundaciones privadas, con los consabidos problemas en su gestión. Frente a esta complejidad, el autofinanciamiento se ha vuelto común para muchos de los académicos, hacen investigación prácticamente con recursos propios.
La autofinanciación por parte del trabajador no se limita a las necesidades que todo trabajo de investigación requiere, sino que se extiende a la fase de difusión de los resultados. De ahí que, dada los escasos recursos con los que la UPN cuenta para estas actividades, las participaciones en congresos, coloquios, e incluso la realización de publicaciones, deban ser solventadas con el peculio de los propios investigadores. Las condiciones presupuestales para la investigación en nuestra institución son tan precarias que, por ejemplo, en aras de que la magra partida presupuestal rinda lo más posible, desde hace bastante tiempo la Universidad no cubre las inscripciones a los congresos, sean nacionales o internacionales. Por si eso fuera poco, hemos debido acatar absurdas normas burocrático-administrativas que impiden reservar por cuenta propia los boletos de avión a costos mucho menores que los que finalmente la institución termina pagando. Así de ilógicas, así de complicadas son las condiciones para que los académicos de la UPN podamos difundir los resultados de nuestras investigaciones.
Por todo esto, la mayor dificultad que observamos en el diagnóstico del subsecretario, es la ausencia de problematización de los estímulos. No hay, en la explicación referida por la nota, dos cuestiones que nos parecen centrales: a) cuál fue el origen de los programas de estímulos, es decir, el problema histórico-político del que surgen; y, b) en consecuencia, la necesaria respuesta a las preguntas sobre su sustitución, transformación o atención. Por lo cual únicamente se lanza la idea de avanzar en su cancelación.
Todos los programas de estímulos surgieron de un problema histórico, es decir, después de luchas y denuncias de comunidades académicas empobrecidas por las políticas de austeridad en los años ochenta. Fue una respuesta, ciertamente neoliberal, a un problema político-salarial. Esta es una cuestión fundamental: los gobiernos neoliberales reconocieron la existencia de ese problema -sobre todo después de que hace años los profesores de la UNAM se emplearon como cerillos en los supermercados- y, para mantener los topes salariales y con ello la reducción del nivel de vida de los profesores, diseñaron un programa que aumentaba ingresos nominales, a grupos reducidos, a través de mecanismos de evaluación cuantitativa y fuertemente competitivos. Los efectos de esos programas ya han sido reconocidos y estudiados, quizá no con la profundidad que merecen, pero los compartimos plenamente.
En esas condiciones, se generó lo que el subsecretario llama un sistema de castas y una hiperélite en las universidades que, en la nueva retórica del poder, se asocia a corruptelas, mafias y demás perversiones del trabajo académico. La solución que se pretende dar a rajatabla, como en otros casos, es quitar estímulos y mantener topes salariales, lo que significa regresar a la situación de los años ochenta, es decir, a la reducción de los ingresos reales del 50% de los trabajadores académicos de Ajusco, en cerca de un 70%, según las estimaciones convencionales de la pérdida del poder adquisitivo en los trabajadores universitarios en los últimos 30 años.
En otras palabras: a) si la eliminación de los estímulos no está acompañada de una problematización sobre las causas de la disminución de los ingresos reales en los últimos decenios; b) si se mantienen los topes salariales por debajo de la inflación; c) si no hay una discusión de los niveles “aceptables” de desigualdad por experiencia, estudios, producción y demás, entonces no hay transformación alguna de las condiciones en las que se desarrolla el trabajo universitario, sino un simple mecanismo de coerción y empobrecimiento de un sector de trabajadores para financiar los megaproyectos gubernamentales, ante la ausencia de reformas fiscales que graven al capital y luchen contra la corrupción, la evasión y la elusión fiscal.
Es necesario especificar que en las condiciones actuales, la discusión sobre transformaciones de fondo en la educación superior debe estar abierta. Nosotros estamos dispuestos a darla como lo que somos: trabajadoras-investigadoras de y sobre la educación que no aceptamos el empobrecimiento radical ni mucho menos ser objeto de descalificaciones sin sustento.
En virtud de las anteriores consideraciones, lo invitamos a avanzar conjuntamente con esta comunidad académica en la necesaria reflexión y análisis sobre las condiciones en las que la Universidad Pedagógica Nacional, pese a todas las restricciones, ha continuado cumpliendo con sus funciones sustantivas en las últimas décadas. Somos los primeros interesados en construir conjuntamente -y a la brevedad- soluciones viables y pertinentes para nuestra institución.
ACADÉMIC@S E INVESTIGADOR@S DE LA UNIVERSIDAD PEDAGÓGICA NACIONAL. Ajusco y Unidades de la CdMx
Aída Sandoval
Alba Liliana Amaro García
Alejandro Álvarez Martínez
Alejandro Villamar Bañuelos
Aleksandra Jablonska Zaborowska
Alfredo Maldonado Sánchez
Alicia L. Carvajal Juárez
Alicia Rivera Morales
Amílcar Carpio Pérez
Ana Laura Lara López
Anabel López López
Andrea Meza Torres
Andrea Torres Alejo
Andrés Lozano Medina
Angélica Jiménez Robles
Angélica Terrazas Domínguez
Armando Ruiz Badillo
Arnulfo Alvarado Jurado
Arturo Ballesteros Leiner
Belinda Arteaga Castillo
Bertha Leonor Sotres Mutio
Carmen Campero Cuenca
Carmen Margarita Pérez Aguilar
Carmen Ruiz Nakasone
Cecilia Navia Atenzana
Claudio Escobar Cruz
Daniel Poblano Sánchez
Diana Patricia Rodríguez Pineda
Esperanza Terrón Amigón
Etelvina Sandoval Flores
Eurídice Sosa Peinado
Exza Zamna Pérez Hernández
Fabiola Rodríguez Sánchez
Fernando Salinas Quiroz
Francisco Javier Moreno Torres
Francisco Pérez Alvarado
Gabriela Ruiz de la Rosa
Gabriela Ruiz Sandoval
Gabriela Soria López
Gabriela Trejo Sánchez
Georgina Ramírez Dorantes
Gloria Evangelina Ornelas Tavarez
Graciela Herrera Labra
Guadalupe Manuel Martínez Marín
Héctor Fernández Rincón
Humberto A. Calderón Sánchez
Ignacio Lozano Verduzco
Ivonne Sandoval Cáceres
Javier Olmedo Badía
Jesús Manuel Campiña Roldán
Jorge Tirzo Gómez
José Amando Velázquez González
José Antonio Padilla de la Peña
José Antonio Serrano Castañeda
José Luis Cortina Morfin
José Pérez Torres
José Tenorio Fabián
Juan Manuel Delgado Reynoso
Juan Manuel Sánchez
Juan Mario Ramos Morales
Juan Pablo Méndez Pozos
Juan Pablo Ortíz Dávila
Juan Ramírez Carbajal
Juanita Cortez
Julia Salazar Sotelo
Yolanda Quiroz Arce
Julio César Lira González
Karla Liset Aguilar Islas
Laura Elena Ayala Lara
Laura Lima Muñíz
Laura Magaña Pastrana
Laura Regil Vargas
Lauro Ventura Cabrera
Leona Rosales Mendoza
Leonor Galicia Chavarría
Leslie Aline Cuesta Alemán.
Lucía E. Rodríguez Mc Keon
Lucía Rivera Ferreiro
Luis Eduardo Primero Rivas
Luz María Garay Cruz
Ma. Alejandra Huerta García
Ma. del Pilar Cruz Pérez
Ma. Del Pilar Míguez Fernández
Ma. Elena Tapia Fonllem
Ma. Eugenia Momoko Saito Quezada
Ma. Imelda González Mecalco
Magdalena Gómez Rivera
Marcelino Guerra Mendoza
María de Jesús López Cervantes
María de Jesús Salazar Muro
María de los Ángeles Cabrera
María de Lourdes Salazar Silva
María de Lourdes Sánchez Velázquez
María del Pilar Cruz Pérez
María del Pilar Míguez Fernández
María Elena Mújica Piña
María Guadalupe Millán Dena
María Imelda González Mecalco
Martha Lorena Izquierdo Dorantes
Mayra García Ruiz
Miguel Ramírez Carbajal
Mireya Martínez Montes
Mónica García Contreras
Mónica Lozano Medina
Natalia de Bengoechea Olguín
Nicanor Rebolledo Recéndiz
Olimpia González Basurto
Óscar López Camacho
Patricia Medina Melgarejo
Roberto González Villarreal
Rocío Moreno Oscos
Romelia Velasco Barragán
Rosa María González Jiménez
Rosalía Meníndez Martínez
Rubén Castillo Rodríguez
Ruth Briones Fragoso
Sandra Margarita Montiel
Saúl Velasco Cruz
Sonia Lorena Esperón Lorenzana
Teresa de Jesús Rojas Rangel
Vanya Lizeth Pereyra García
Verónica Abigail Hernández Andrés
Verónica Aguilar Hoyos
Víctor Gómez Gerardo
Víctor Javier Raggi Cárdenas
Víctor Manuel Martínez Martínez
Victoria Yolanda Villaseñor López
Xavier Rodríguez Ledesma
[1] Nunca haríamos una referencia personal en un problema universitario, pero fue el mismo subsecretario el que se puso a si mismo como ejemplo, según lo que refiere la nota. Sus ingresos se pueden encontrar en el portal de transparencia del gobierno federal.
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